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Botella Brandy Conde de Osborne

Salvador DALÍ

Bodegas Osborne. Puerto de Santa María, Cádiz, España

1964


Un símbolo de la efusividad de la creatividad española, que logra un destacado resultado mediante la combinación de unos factores que no coinciden con tendencias ni líneas básicas del producto.

En este proyecto integral de identidad y envase para el brandy más cotizado de tan reconocida marca, llega el encargo a un nombre que por su propia autoría suponía un valor seguro de prestigio internacional. Sin embargo, la libertad de método del artista y la ciega confianza en sí mismo de una figura del arte como Dalí, con experiencia en este ámbito pero sin la garantía de un profesional del diseño, supusieron un riesgo asumido por esta firma cuya satisfacción en lo convencional nunca ha sido su estilo.

Así nace una botella totalmente desconcertante en el referente del clásico brandy, de un color de esmalte cerámico blanco de máxima disonancia que se atreve a una mayor estridencia con la deformación del cuello, como si de uno de los relojes blandos se tratase. Un punto de partida verdaderamente surrealista, en el más amplio alcance del término. Pero una visión genial, para lograr sacar el máximo partido a los caprichos de la libertad, hacen que el producto resultante adquiera la notoriedad y personalidad propia del más exclusivo producto. Será la etiqueta la encargada de imprimirle el carácter noble y de solera a una imagen tan arriesgada, algo que logra interpretando el escudo de armas como un corazón fundido en oro sobre un fondo irregular, con la propia marca de Osborne ilustrada, como si se fuese un antiguo códice miniado. La nota culminante del conjunto la ofrecía un sangrado de color azul que brotaba del noble y dorado corazón de su titular.

Pero no acaba todo ahí. Este producto de la botella y etiquetado de Dalí, aunque posteriormente se ha venido encontrando a la venta, tuvo en principio la misión de sorprender y conmover al público norteamericano, como inicio de las ventas de la firma en los Estados Unidos. Para lograr mayor éxito aún, Dalí diseño el envase de la botella, de donde el destinatario tendría que extraer el producto, y que no era otro que un gran huevo dorado, realizado en cerámica esmaltada con reflejo metálico. Por supuesto, el embalaje debía ir en otro segundo envase que protegiera y soportara el peso de un regalo sin precedentes en la historia comercial de una corporación. Se trataba de una pieza que no se conocía, porque no se había hablado de ella en ningún medio, y que nos sorprendió, como a los destinatarios norteamericanos, cuando para una exposición de diseño industrial que organizamos en Málaga con motivo del 25 aniversario del lanzamiento del Macintosh y el Centenario del Futurismo, pedimos a Osborne un ejemplar la botella y nos envían conjuntamente esta obra de arte que fue, sin duda, la estrella de la muestra.


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